lunes, 9 de marzo de 2015

No se los digas a...

Increíble, con todos los adelantos de la ciencia, los seres humanos en nuestras relaciones  involucionamos  de manera ejemplar. Y creo que somos los únicos seres vivos que en vez de mejorar retrocedemos. Esta es  una realidad seguramente de ayer, hoy y posiblemente del mañana.
Toda esta parafernalia pesimista, corresponde a una realidad para mí difícil de aceptar. Los padres de familia mal llamados adultos, sometemos a los  niños a un conflicto de lealtades que ellos y seguro nosotros o ninguna persona está en capacidad de manejar.
De una manera tal vez ingenua les decimos a los menores:       
“No le digas a tu mamá”; “No le cuentes a tu papá” Es posible que esta frase vaya acompañada de otra como ésta: “Tu mamá… se va a poner furiosa”; “Tu papá… nos va a matar”.
Te imaginas esta carga emocional para un niño o una niña de 4,5,6,7,8 o 10 años?  En vez de ser un pequeño que debe estar jugando con sus amigos y que posiblemente su mayor preocupación es cumplir con sus deberes escolares, está confundido y sometido a algo que él no entiende.
Eso en algunas familias lo llaman: “Pacto de silencio”, en otras simplemente “un secreto entre nosotros”. Les estamos enseñando a los niños que deben existir los secretos, en mi concepto los pactos de silencio o los secretos no deben existir. Seguro que todos manejamos algo de intimidad, pero secreto quiere decir: “Cosa que cuidadosamente se tiene oculta, sigilo”.
Queda en su consideración definir si es sano para un niño o una niña ser sometido a tal presión; para mi es claro y contundente, es peligroso e injusto hacerlo así.
En psicología esta situación que compromete la mente y la emoción de los pequeños se presenta cuando las parejas entran en conflicto y triangulan, esto quiere decir que ubican en medio del conflicto a alguno de sus hijos, quien recibe toda la carga emocional, los mensajes verbales e incluso no verbales de esos adultos que no tienen la sensatez de protegerlo; si no  sacar sus conflictos y de alguna manera defenderse del otro, sacrificando la salud emocional de su hijo o de sus hijos.

Los invito a que seamos sensatos y apliquemos esta frase que alguna vez escuché: “Nunca es tarde para parar y siempre es temprano para empezar”.