domingo, 27 de octubre de 2013


NUNCA ME LO DIJERON 2
Padres permisivos y sobreprotectores.
En el artículo anterior se habló de los padres inconsistentes, ahora viajaremos en la misma balsa pero en aguas distintas, ahora vamos a ver dos extremos,  los padres permisivos y los sobreprotectores.
Los padres permisivos son  los que no  les gusta entrar en polémica, por tanto dejan hacer a sus hijos lo que ellos quieran, todo lo resuelven de manera cómoda, abdicada,  negociada,  por votación, actúan como “bonachones”, buscan complacer y dar la razón en todo, pueden ser esos adultos amigos de los amigos de sus hijos, que son elegidos como compañeros de rumba de esos adolescentes que lo que necesitan es límites y no complicidad, lo que va a permitir en el futuro los excesos de quienes se están formando y no el ejemplo de quien forma.
Estos son justamente los padres permisivos,  “todo bien” como dicen los adolescentes. Pero el resultado no se hace esperar, de nuevo brota como un manantial pero… de aguas turbias. Estas conductas generan en los hijos desconcierto, desamparo, angustia y en muchos casos frustración, pues es posible que en ese hogar se viva  un ambiente de incertidumbre y desorganización, parece que a nadie le importo, nadie se preocupa por mi, da igual que llegue temprano o que no llegue, todo es permitido, por tanto no hay ni control ni acompañamiento, que soledad, de corazón.
Y en el otro extremo están aquellos que los sobreprotegen, acuden a argumentos de tipo sentimental para garantizar la adhesión a sus hijos, es frecuente que eviten discusiones, pero a la vez se resisten si los hijos les discuten sus decisiones; por tanto tratan a sus hijos como inmaduros y sin recursos. Mantienen a sus hijos en estado de hibernación; no les dan la oportunidad de decidir, de arriesgarse, de ser ellos mismos. Estos padres actúan como protectores y se proyectan como expertos, son ellos llamados padres sobreprotectores, los cuales tendrán hijos inseguros, temerosos, dependientes, indefensos, fácil presa de los abusadores. Debe haber alguna razón profunda para actuar así, esto no los justifica, por el contrario los y nos invita a ser mejores cada día, a corregir nuestros errores como padres y modelo de nuestros hijos.
Padres y madres debemos confiar en los hijos, darles pequeñas responsabilidades, estimular su pensamiento crítico, facilitar la toma de decisiones, asignarles pequeñas tareas del hogar, no subvalorar sus capacidades pero tampoco desbordar sus habilidades, que luchen por lo que quieren, pero que logren respetar las diferencias, que puedan expresar sus necesidades y emociones, como dice Nietzsche: “Quien tiene un porqué para vivir, casi siempre encuentra el cómo.”
En nuestras manos están los frutos del desarrollo de la personalidad y del carácter de nuestros hijos, ellos crecerán, con la misma fuerza con la que nosotros los formamos para su futuro desarrollo, con esa misma fuerza nos medirán y nos darán las gracias o nos condenarán por los errores humanos y desafortunados que cometimos.
Nuestra labor educativa, de ejemplo, de lucha, de padres valientes empieza desde la concepción y termina en la muerte por eso…No lo olviden:  “Nunca es tarde para parar
y siempre es temprano para empezar”.

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