SOMOS HERMANOS, NO SIAMESES.
Isabel Cristina Bettín Vallejo.
Febrero 2012
Hace poco me llegó un conmovedor mensaje de una historia vivida por dos hermanos en“ el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg, ellos tenían un sueño, dedicarse a la pintura, pero las condiciones económicas de la familia eran precarias y no era posible. Ellos, decidieron lanzar una moneda y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios del hermano que ganara. Al terminar la carrera, el ganador pagaría entonces los estudios del que se quedaba en casa, con el dinero procedente de la venta de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas. Lanzaron la moneda y ganó uno de ellos llamado Albretch Dürer, quien se fue a estudiar a Nüremberg. Entonces el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante cuatro años, pagando los estudios de su hermano, que desde el primer momento causó sensación en la Academia.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia se reunió para celebrar una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa y propuso un brindis por su hermano querido que tanto se había sacrificado por él para hacer sus estudios realidad. Y dijo: “Ahora hermano mío, es tu turno. Ahora ya puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos”. Todos los ojos se volvieron hacia el rincón de la mesa que ocupaba el hermano. Pero éste, con el rostro empapado por las lágrimas, se puso de pie y dijo suavemente: No hermano, no puedo ir a Nüremberg, es muy tarde para mí; estos cuatro años de trabajo han destruido mis manos; cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me ha costado trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas hayan cumplido su sueño.
Es posible que algún lector haya tendido profundos sentimientos de solidaridad y admiración por la generosidad y valentía del hermano que se sacrificó, otros pensarán que bobo fue, no faltará el que diga que él tomó la decisión, en fin hay varias posiciones y miradas.
Pero la mía tiene una intención clara, preguntarme hasta donde vale la pena sacrificar a uno de los hijos por solidaridad con el otro?
Los que tenemos más de un hijo sabemos la difícil decisión de separarlos en los diferentes contextos, con frecuencia buscamos el mismo jardín infantil, el mismo colegio, el mismo intercambio y demás. Beneficioso ¿para quien? ¿Hasta donde esto conviene? Se podría llamar ¿solidaridad fraternal o impuesta?
En el caso anterior fue fraternal, pero a que costo? Creo que lo que vale la pena es luchar hasta donde sea posible y sano para que los hermanos crezcan y vivan juntos, hasta que llegue el momento de cada uno tomar su camino sin dolor o remordimientos, ellos deben crecer respetando su individualidad, sus gustos, sus potencialidades, acompañémoslos en sus proyectos, pero no los trunquemos por salvar a otro, creo que los seres humanos tenemos el derecho de ser lo que queremos. Gracias papitos por defender el mas precioso de los tesoros, la intimidad y la particularidad en cuanto a la personalidad y potencialidad de cada uno de nosotros.
2 comentarios:
Me encantó, yo que soy mamá de niño y niña entiendo perfectamente. esta historia tan conmovedora nos llama a la reflexión.
Gran historia para reflexionar y tener en cuenta para no caer en la tentación cuando tenemos mas de un hijo, y mas si uno de ellos tiene alguna dificultad. Gracias.
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